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Un texto de Galdós llevado a la gran pantalla

lundi 18 janvier 2010

Cartas a Isidora Rufete de su amiga Jacinta


Isidora Rufete, dilente compañera.
Ya te dije querida amiga que las cosas no se presentan en absoluto halagüeñas. El otro día encontré –con esta manía que me ha dado por estudiar- una noticia en un periódico del 10 de octubre de 1907 una efeméride, una más, un trozo de vida como otra cualquiera si no fuera porque los contenidos me parecen de suma actualidad. La noticia decía así:
Esteban Adrián Asenjo, que es hombre pacífico y de buenas intenciones, demostró todo lo contrario una tarde del mes de junio del año 1905, y por su mujer, Antonia Lázaro, habíale contestado en forma violenta, o por si él no estaba de humor para aguantar tales insubordinaciones, cogió una estaca y puso negra a su consorte. Esta, al verse tan ferozmente apaleada, se apoderó de una escopeta de salón que había en el jardín de la casa que ambos cónyuges habitan en el inmediato pueblo de Vicálvaro, y con ella se hubiera defendido, aunque su intención no fuese la de herir a su marido, si éste no hubiese sido causa, al agarrar el cañón para arrancar el arma de las manos de Antonia, de que se disparase y lo hiriera en el hombro izquierdo.
El fiscal, Señor Durán, calificaba estos hechos considerándolos constitutivos de un delito complejo de disparo y lesiones; pero la reforma del Código hízole modificar, apreciando sólo la existencia de un delito –el de disparo- pues las lesiones, por haber curado antes de los quince días, constituyen una falta.
El defensor de Antonia Lázaro, que lo era nuestro compañero de redacción Don Manuel Tercero, sostuvo en su informe que faltando en el hecho la intención, la voluntad de cometerlo, debía ser absuelta su patrocinada, o en otro caso, considerarla autora de una falta de lesiones por imprudencia.
La causa quedó pendiente de fallo. ABC

¿Qué te parece querida? Y es que muchas de nuestro género deberían tener un curso de defensa personal y licencia para matar y defenderse de cuanto animal ataca sin piedad por el mero hecho de querer dominar. Ya hemos olvidado que los hombres nos diferenciamos en algunas cosas de los animales, éstos, nos dan buenas lecciones y no he visto hasta hoy que un animal de género masculino mate sin piedad a su pareja de género femenino. Te cuento estas cosas porque tú has sufrido en tus carnes el maltrato y tuviste que callar aún cuando desfiguraron tu bello rostro. Que sepas que ahora las cosas se han agravado y muchos no se conforman con marcar a las mujeres, también en el alma, sino que van mucho más allá: ahora asesinan sin clemencia.
He estado revisando el otoño 1907 del Doctor Fausto y los años siguientes, también, y contemplo con tristeza lo poco que las cosas han cambiado en esta sociedad sumamente hipócrita en que nos encontramos. Triste panorama querida amiga. Ahora parece que nuestra profesión –la de mujeres- ha cambiado con eso de la emancipación y demás zarandajas…no, no ha cambiado en absoluto. Ni se ha alcanzado una igualdad, ni sabemos casi lo que es eso. Yo encuentro serias deficiencias y un gran cinismo. Quizás contribuye la poca solidaridad que tenemos entre nosotras, eso desde luego, los enemigos más feroces que tengo: son siempre mujeres. Sabes que te aprecio una barbaridad, pero he penado en muchas ocasiones por el daño que la sociedad ha hecho en tu persona y sobre todo porque no sé cómo puedo cambiar eso, vamos que no lo puedo cambiar. ¿qué ha sido de esos hermosos ojos azules? Querida amiga, parece que tenemos argamasa de clases sociales, aunque esto no es verdad, en el fondo –ahora soportando el poder de las religiones- muchas de nosotras penan por construirse a si mismas. Ha desaparecido un concepto de clase social decimonónico pero ha nacido otro. De esto ya hablaremos otro día.
Contemplo con pena madres que no quieren ser tales, mujeres que arrancan sus hijos de sus entrañas porque no pueden concebir su vida con ellos, determinaciones de lo más licenciosas. ¿te acuerdas imagino de tu Riquín? A pesar de ser macrocéfalo, ¿cómo has querido a tu chiquitín aunque por tus circunstancias tuviste que abandonarlo? Claro que le has querido, ¿hubiese sido mejor hacerlo desaparecer? Quién sabe.
En tus tiempos la crianza era difícil, pero ahora créeme querida, también lo es. También es difícil el amor inalcanzable, soñado, el amor galán, esa relación que a duras penas todas buscamos y que es una falacia. En realidad no existe. Es una figura de nuestra invención, el cortejo, el abrazo, la mirada, la caricia…Ya no hay ternura querida amiga, seguimos dejándonos engañar al tiempo que buscamos esos elementos a todas luces del imaginario. Somos grandes quijotas que transformamos nuestra realidad e inventamos hombres que nos aman cuando en realidad no es así.
Tú porque leías novelas, y nosotras las de mi generación porque además de leer novelas vemos muchas películas de eso que nació años después de tu existencia: el cinematógrafo. ¡Cuánto daño han hecho en nuestras vidas esas ficciones! Tanto es así que en busca de un amor del imaginario cambiamos nuestras vidas de forma categórica. Bueno qué te voy a decir que tú no sepas ¡con lo que hiciste por el Pez! Para nada. Amar significa perder siempre. Sólo el saberse enamorada en esta sucesión de días absurdos, diarios, machacónamente cotidianos nos hace grandes, vivas aunque en la mayoría de los casos sea exclusivamente patrimonio de la imaginación. Aún así, puede que merezca la pena, según, claro está, del precio que tengamos que pagar, que será alto como altas son nuestras miras y aspiraciones. Yo solo sé que tú eras feliz en esa utopía de tu existencia construida y rompieron tu ensoñación. La mano de Pez fue implacable, tenías que haberte enfrentado a él, tenías que haber hecho las cosas mejor, distintas ¡qué se yo! Tenías que haberte rebelado pero no podías y de las horrorosas cosas que sucedieron en tu vida, yo sé que la que más te hirió fue el despecho de Pez, su traición. A partir de ese momento te dejaste arrastrar hacia un lugar de existencia duro y terrible: hacia el fango de la desilusión amorosa. Con la hermosa vida interior que tu tenías! ¿Qué falló? A pesar del daño sufrido por la creencia impuesta de pertenecer a la aristocracia, nada del sufrimiento que tuviste que pasar se hubiese dado sin el abandono de Pez. Si él hubiese cumplido su palabra y se hubiese casado contigo, tu vida habría cambiado notablemente. El desengaño amoroso te llevó a lo peor, víctima de la sociedad no supiste aprovechar tus cualidades. Pronto vuelvo a hablarte. Cuidate.
Tu amiga que te quiere, Jacinta.

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