Los mejores textos de los estudiantes de la Université de Nantes, aquí en "Galdós vive"

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Lettres Modernes et Info-Com

Estudiantes InfoCom de la Université de Nantes y periodistas envían sus comentarios sobre El abuelo

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Un texto de Galdós llevado a la gran pantalla

mardi 9 février 2010

La Conjuración de las palabras y la Revolución

En La Conjuración de las palabras, Benito Pérez Galdós nos cuenta la rebelión de las palabras de la lengua española, considerándose maltratadas por los autores. Escrito en abril de 1868, presagiaba ya la Revolución “Gloriosa” que ocurrió solo cinco meses después. Entonces tres elementos cracterizan este texto: primero, la declaración de amor de la lengua castellana, segundo su poesía y por fin la alegoría de la situación española del año 1868. De una cierta manera, La conjuración es un texto que ilustra el amor de don benito por la lengua. A través de su “templo”, el Diccionario, el autor describe un “gran monumento”, un laberinto maravilloso, que suscita la admiración y la deferencia. La lengua es casi una fuente de culto, una fuerza sobrenatural para Galdós. El tono general del cuento ilustra esta admiración: el espectáculo que ofrecen las palabras es “magnífico y sorprendente” y las hipérboles omnipresentes refuerzan el sentimiento extraordinario de la historia y de los personajes que son las palabras. Así, percibimos una verdadera intensidad en la visión ofrecida por Galdós quién espera una revolución lingüística para que el castellano afirme su vitalidad, su hermosura y su riqueza. A la manera de Raymond Queneau o de Georges Pérec y de su “revolución” de la lengua francesa, Galdós hace vivir la lengua y no habla sino que la hace hablar.
El aspecto poético de este cuento es típico de un cuento tradicional. Se trata de héroes y de guerreros, de una aventura también. Leyéndolo, recordamos Le conte du Graal u otras obras medievales. La personificación de las palabras es el elemento mas importante de la poesía de este texto. En efecto, esta figura literaria es la más típica de un sentido mas o menos escondido. Las palabras hablan y se mueven como los personajes tradicionales de los cuentos, creando una incongruencia extraordinaria que sin duda divierte al lector. Ver las palabras “sentido” y “común” en una altercación es muy poético. Las asociaciones de expresiones crean un choque que produce una significación importante. La Filosofía y La Música, el Sentimiento y la Razón, el Mal y Necesario son unos ejemplos de estas articulaciones que denunian o relativizan. En este cuento, Galdós “anima” el proceso lingüístico. Las palabras se combinan, se atraen o se rechazan, como las idean que le componen.
Este texto es más que un hermoso texto. Es también una denuncia y un anunciación. En efecto, Galdós hace a sus palabras hablar para criticar ciertas injusticias o absurdos de la sociedad española y humana en general. Este revolución anuncia claramente la de septiembre de 1868 que supuso el destronamiento de la reina Isabel II. En un periodo de crisis económica, política y social en España, el levantamiento parecía inevitable y en este tiempo de confusión, Galdós describió en La Conjuración el futuro inmediato de España. Sin embargo, su texto se termina con el fracaso de la revolución, la realidad fue diferente. El Hombre esta descrito com otravieso y hablador, el Sentido Común se vuelve el Símbolo de la tontería , la Morale esta en un rincón, lejos de los espíritus y al final el Arte y la Paz se conjugue. Por fin, los trastornados asuntos de la Lengua Castellana son los de la sociedad española de 1868.
El Flos Sanctorum, libro de los mártires, es como la Iglesia, testigo impotente de la revolución en marcha. En este cuento, Benito Pérez Galdós, no solamente nos ofrece un texto divertido y malicioso pero nos ofrece también un texto fuerte y lúcido sobre la situación política española. Detrás de la historia incongruente de las palabras se esconde la realidad de una sociedad enferma a punto de explotar, donde los adjetivos, los pronombres, los verbos, y los otros son los actores de la cólera del pueblo.
Jean Annaix. Université de Nantes.

La Conjuración de las palabras

La Conjuración de las palabras para Benito Pérez Galdós supone una narración metafórica sobre los trastornados asuntos de la lengua castellana. Describe en este texto las palabras como una sociedad feudal en que cada uno tiene sus obligaciones y su clase. Al fin de cuentas, Galdós muestra que, a veces, las palabras no se llevan bien, no tienen buena relación evocando una alegoría en la dificultad que tiene un escritor en cierto modo eligiendo las buenas palabras.
Al principio, Galdós establece el diccionario como un tipo de fortaleza donde residen todas las palabras. En esta habitación, las palabras se ordenan en clase y en deber dependiendo de su origen etimológico y su posición. Explica que las palabras que vienen de abolengo (latín o árabe) son nobilísimas y tratan a las otras con desprecio, éstas son por tanto “sin alcurnia antigua, en calidad de emigradas, e indígenas”. Cuando las palabras salen de la fortaleza, cada una tiene un deber según su carácter gramático. Los verbos, o los señores, son los más importantes, sin ellos no se hace cosa a derechas en aquella República. Sólo las conjunciones, especialmente que son inmunes a su poder. Después los sustantivos, o los caballeros dependen de los verbos para dar sentido. Pero los sustantivos son muy poderosos también porque tienen muchos servidores. Los artículos sirven como escudos, los adjetivos sumplen órdenes, y los pronombres se ponen a sustituir. Finalmente, Galdós humaniza las palabras atribuyéndoles características y comportamientos humanos. Por jemplo, las letras que forman una palabra representan la ropa, los fragmentos de frase se alzan y se combaten y argumentan. Esta obra de Galdós podría ser –sin duda- un estudio de la sociedad humana a traves de las palabras.

James Donovan. Université de Nantes.

dimanche 7 février 2010

La discreción

Supongamos que se nos preguntará cuál es la condición que estimamos más en un hombre. Supongamos que entre todas las bellas condiciones que pueden adornar y realzar a una persona se nos diera a elegir. Si hubiéramos de determinar todas las condiciones que deben hacer estimable y admirable a un hombre, nuestra respuesta no sería ni un mmento difícil ni dudosa. Pero en el caso de elegir una sola de dichas cualidades, ¿no nos veríamos un poco perplejos y comprometidos? “Yo estimo la bondad, diría uno, yo estimo la inteligencia, añadiría otro Yo señores –añadiría arrogantemente otro- pongo el valor por encima de todo”.
Todas estas contestaciones serían plausibles y merecerían la más calurosa aprobación de todos. Pero he aquí que un hombre que en tal concurso hubiera estado callado, reflexionando, dijera de pronto: “Pues yo lo que más alto pongo en una persona es la discreción.” Si todas las respuestas y pareceres anteriores hubieran suscitado discusión, razonada discusión, es seguro que todos, al oíe estanueva contestación, reflexionaríasocial, en la vida diaria, como en la vida política, como en todo, lo indispensable, por encima de todo, es la discreción. Se puede prescindir de todo; un hombre puede ser mediocremente bueno, mediocremente inteligente, mediocremente valerososo; pero de lo que no se puede prescindir, pero lo que haría imposible, totalmente imposible, la vida, es la falta de discreción.
Tal razonamiento sería muy justo. Ahora bien, ¿qué es la discreción? La inteligencia, el valor y la bondad tienen un relieve positivo, son como algo tangible, como algo que se puede tocar, se exterioriza en mil obras y hechos que todo el mundo ve y sobre los cuales todo el mundo puede lanzar su juicio. Hay multitud de cosas que todo el mundo ve, aun los más torpes, que son buenas, valerosas e inteligentes. Pero la discreción es algo sutil, imponderable, impalpable; la discreción es un acomodamiento rápido, instantáneo, a las circunstancias del momento. Y las circunstancias del momento varían, cambian, adquieren mil caracteres y aspectos que es difícil, sumamente difícil, apreciar en el acto, en el instante en que necesitan ser apreciadas.
Dice Maquiavelo en el capítulo XXII de Il Príncipe que existen tres clases de cerebros. Los primeros son aquellos que comprenden las coss por sí mismos; los segundosson los que las comprenden cuando se las explican, y los terceros son los que no las comprenden ni por si mismos ni cuando se las explican. Los primeros de etsos espíritus son discretos; los segundos pueden ser también capaces de discreción. Pero ¿cómo podrán ser los terceros? ¿Cómo podrán ser discretos aquellos hombres queno entienden las cosas ni cuando las ven ni cuando se las explican?
Muchas veces tropezamos en la vida con hombres de esta naturaleza. Un caso suele ocurrir que por lo frecuente toca en los linderos de lo vulgar. Muchas veces, en una tertulia o reunión de personas discretas, se suele introducir ocasionalmente, un hombre cuyos hábitos de conducta y de palabra están en pugna con el tono general de la tertulia. Los contertulios ven con disgusto la intromisión desagradable de tal personaje. Todos desean que el aludido cese en sus visitas diarias y deje de conturbar con su presencia la apacible reunión. Nadie se atreve a decir nada. Todos, mentalmente, se vuelven hacia el dueño de la casa para que como el más autorizado, con una alusión discreta suya haga de modo que el desagradable visitante comprenda su ioportunidad y deje de concurrir a la tertulia. Un día, en efecto, el dueño de la casa dirige una velada indirecta al intruso. Todos los contertulios esperan que la advertencia sea comprendida. Sin embargo, el amigo conocido molesto no se da por enterado y continúa concurriendo a la tertulia.
¿No es esto una falta enorme de discreción? ¿Qué recurso le quedará al dueño de esta casa que hemos supuesto para que la persona molesta cese en sus visitas, se marche y deje en paz y en armonía a esta reunión de amigos? Si la persona molesta ha entrado en la casa bruscamente, dando gritos, casi atropellando a los moradores de la casa, ¿se podrá esperar que en tan dura epidermis haga mella y sea eficaz una alusión velada, culta, discretísima, del dueño de la casa? ¿Qué medios, invalidados los de la buena educación, habrá que emplear con el visitante inoportuno para que éste comprenda la situación violenta en que se halla?
Razón tenía Nicolás Maquiavelo, el finísimo político florentino. Pero en la clasificación de espíritus que él hacía habría que colocar una cuarta categoría. La de aquellos que comprenden las cosas, pero que hacen como si no las comprensieran. Y estos son los peores. Azorín. ABC, 7 febrero, 1910.

samedi 6 février 2010

La depresión


La película El abuelo de José Luis Garci, que es un adaptación de la novela dialogada de Benito Pérez Galdos, trata de muchos temas diferentes. Por ejemplo, el tema de la vejez y de la depresión sigue el personaje principal, al abuelo Albrit, hasta el desenlace.
En efecto, el abuelo, envejeciendo, se encuentra de frente a la soledad, a causa de la muerte trágica de su hijo. Además, su soledad será amplificada por algunas personas que son desagradables e irrespetuosas con él, mientras que el abuelo habia ayudado a todos en el pasado. De hecho, la ingratitud está presente de contínuo y sume al abuelo en el desasosiego. La presencia de las hijas de su difunto hijo ayuda el viejo Conde Albrit a vencer su depresión, y a disimular su deseo de suicidio gracias a la felicidad que tiene con las niñas Dolly y Nelly.
El personaje del abuelo revela su depresión escondida en la escena cuando se entera de que su amigo Pio quiere morir. Pio esta en efecto muy triste a causa del hecho de que sus hijas no le quieren y le maltratan. Es por eso que el desgraciado anciano decide de suicidarse. Pero no tiene suficiente coraje para tirarse al mar. Cuando revela su proyecto secreto, su amigo Albrit reacciona de manera sorprendente : propone su ayuda a Pio, empujándole al acantilado. Esto prueba que el abuelo comprende completamente este deseo de morir porque ha sentido ya este sentimiento.
Sin embargo, mas tarde, Lucrecia, la ex-mujer de su hijo, opta por llevar a Nelly y Dolly con ella, a Madrid, y por ello, dejar al abuelo completamente solo. El pobre viejo hombre decide entonces tirarse al acantilado, con su amigo fiel Pio. Afortunadamente, al final, Dolly, su niña preferida llega, y salva, probablemente sin saberlo, a los dos ancianos. La niña se queda para ocuparse de ellos y, en realidad, trae mucha felicidad. Finalmente, la juventud transmite a la vejez, su alegría de vivir…

Mathilde PICHOT. Université de Nantes.

jeudi 4 février 2010

La crisis finisecular : decadencia y modernidad en El Abuelo


La película El Abuelo de José Luis Garci, una adaptación de la última novela dialogada de Benito Pérez Galdós, retrata de una manera más bien realista la sociedad española de fin de siglo. Benito Pérez Galdós dijo, en su discurso de entrada en la Real Academia española en 1897 había convencido a todos de lo que debía ser la novela: "La sociedad presente como materia novelable". A Galdós, le gustaba tratar este tema y es una constante en todas sus obras. Además, es un tema muy representado en la literatura española de los autores realistas de su misma generación. Aunque la transición entre dos siglos no tiene ninguna significación” natural” en España, contrariamente a Francia en esa misma época, es un momento vivido como un seguro sentimiento de decadencia. No hay en España una “Belle époque”. El retraso del país económico y social, no lo permite por su decandencia este triunfo en la industria o el comercio. La crisis “finisecular” para España es sinónimo del fin del “Sueño Americano”, de la crisis económica, de la irrupción del movimiento obrero y del miedo a una revolución. Un sentimiento de nostalgia se encarna en el personaje del Conde Albrit, el abuelo, que vuelve de las Américas y que ha perdido toda su fortuna. Espejo de la antigua España, este patriarca de la aristocracia rural muy austero, autoritario, devoto, lucha por el honor de su familia y vive en la esperanza de ver su nombre perpetuarse. Nostálgico de una sociedad de los órdenes y de los hidalgos ya pasada y onírica, el abuelo parece que se eterniza en un mundo que va desmoronándose a cada paso. Todo a su alrededor, sus amigos, sus servidores fieles de antaño le traicionan, su honor, le fuerzan a ingresar en el convento que es cárcel. Sobre todo, para él, es la muerte infeliz de su hijo que precipitado en una melancolía inconsolable al imagen de la antigua sociedad española. El abuelo es la figura de un aristócrata nacionalista, xenófobo, desencantando y desdeñada que ya no puede afirmarse frente los nuevos valores de la modernidad. Sin embargo, una segura permanencia de estos valores aparecía en el comportamiento del personaje de Lucrecia Richmond tras su bondad, su mecenazgo y sus relaciones. Pero, hace figura mas bien de esta alta burguesía urbana que imita la aristocracia y además intenta durante el siglo, al tomar el poder político después el económico que sustituye al antiguo poder aristocrático. El personaje de Lucrecia representa verdaderamente esta transición finisecular porque aparece además como la figura muy moderna de la mujer que se libera de su minoría. Es a la vez, esta mujer romántica que escucha su corazón y esta madre fuerte, cariñosa y sola. La maquinación de la obra de Galdós, se basa en la confrontación de los caracteres fuertes de los dos protagonistas. Le permite subrayar este fractura generacional y social (más o menos caricaturada a causa de los orígenes ingleses de Lucrecia que fuerzan esta oposición) vivido para los contemporáneos de esta crisis finisecular. El autor construye esta novela sobre la incompatibilidad entre dos mundos que no consiguen tener un compromiso sencillo. La resolución de este conflicto será exterior. Viene del elegir de las hijas de Lucrecia: Nelly -legítima- sigue a su madre a Madrid y Dolly -ilegítima- elige vivir con su abuelo como si no fuera otra solución. Esta conclusión sobre la cual se termina la novela, muestra toda la complejidad de esta sociedad finisecular. Finalmente, no hay una fractura temporal entre la decadencia y la modernidad: las fronteras son porosas. Hay una conservación de valores antiguos que se mezclan con los de la modernidad. Esta novela realista de Galdós pinta una sociedad en mutación y que se busca en una herencia. El presente parece ahora un pasado todavía presente y un futuro en potencia. Galdós no pinta una ruptura pero escoge en mostrarnos una realidad más compleja y complexa. El futuro no tiene ideal y es imprevisible. La obra de Galdós es otra manera de redescubrir y analizar, para sus contemporáneos, nuestro sentimiento de una segura decadencia de los verdaderos valores pero también el de vivir una transición obscura que a veces da miedo. ¿Debemos fiarse de nuestros valores profundos, como Dolly, o como Nelly, apostar sobre las nuevos valores modernos?

Nicolas Bertet. Université de Nantes.

mercredi 3 février 2010

La Administración y La Iglesia

« El Abuelo » (1897) de Benito Pérez Galdós, llevado a la pantalla en 1998 por José Luis Garci, es una novela que hace referencia a ciertas preguntas importantes de la sociedad. Entre ellas, el tema de la Iglesia católica y la situación del Estado son capitales. En la vida de un pueblo, Galdós nos da una visión muy particular de estas dos instituciones. La vida social española del fin del siglo XIX se articulaba en torno a la fe y a la administración, dos poderes cuya influencia eran el pilar del reino de Alfonso XIII. Alrededor de la condesa Lucrecia Richmond y del conde Albrit, se puede percibir esta omnipresencia. En particular con el personaje de Senen, empleado público que fue en el pasado criado de la familia Albrit. Por razones despreciables, muestra a la condesa una deferencia que es demasiado grande para ser sincera. Sus objetivos de carrera y sus incesantes peticiones hechas a la condesa ilustran de una cierta manera su deshonestidad y su egoísmo insoportables. Se hace considerar como un servidor celoso pero no es motivado por el respeto sino por su interés personal. Cuando Lucrecia le anuncia que no podrá ayudarle para obtener un mejor puesto en la administración nacional, se vuelve un hombre pérfido haciendo chantaje a la condesa y amenazandola con revelar sus secretos. Finalmente, se va con el anillo de la familia como símbolo del robo del honor de los Albrit. Esta escena demuestra perfectamente la realidad de este personaje codicioso y podrido. A través de ello, Benito Pérez Galdós ataca directamente la administración de su época, descrita como inhumana y basada en los interés de algunos estafadores. Además, todas las personas importantes del pueblo esperan también que la relación de la condesa con un ministro les permitirá obtener las favores de las autoridades.
La Iglesia española esta también descrita de una manera subversiva. Cuando el padre Maroto y los monjes del monasterio de Zaratay, a petición de la condesa, aceptan recoger al conde a cambio de una importante suma de dinero, el lugar se convierte en una especie de cárcel. Como si fuera un verdadero secuestro, los monjes se oponen al conde quién intenta irse de la “cárcel santa”. Esta imagen ilustra sin duda la opresión de la Iglesia sobre la sociedad española del siglo XIX. Como el Estado, la institución religiosa actúa con arreglo a sus interés, demostrando sus intereses económicos, pues el dinero es la esencia misma del funcionamiento de la sociedad. El otro representante del Estado es el ministro infiel con quién Lucrecia tiene una relación amorosa. Esta infidelidad ilustra también un especie de juego de traición.
En “El Abuelo”, Benito Pérez Galdós nos muestra una administración y una Iglesia oscuras e hipócritas. Parece que no sirven a nadie sino a si mismas. Los intereres financieros y personales sustituyen a los de la comunidad y, a través de Senén y el padre Maroto, estas instituciones crean una cierta opresión denunciada por el autor.

Jean ANNAIX. Université de Nantes.

Doña Blanca de los Ríos



Esta distinguida escritora ha leído en el Ateneo, ante numeroso y selecto concurso, la conferencia que se había anunciado con el tema “Afirmación de la raza ante el centenario de la independencia de las repúblicas hispano-americanas”.
La conferencia de la ilustre literata es un documento notabilísimo por todos conceptos,y para los lectores nuestros que no tuvieron la dicha de asistir a la fiesta del Ateneo nada mejor que copiar algunos de los párrafos del brillante y concienzudo trabajo.
“De la raza nuestra aspiro a hablaros con palabras que arranquen de lo hondo del instinto étnico, pujantes e impulsivas. Importa hablar con energía, con palabras que suenen como la voz milenaria sagrada del instinto, como el grito heroico de la raza; porque para estimular los bríos decaídos, para restaurar las fuerzas debilitadas y reanudar los grandes días fecundos de nuestra Historia impónese, ante todo, el acto que es principio de toda conciencia propia, de todo recto juicio, de toda provechosa enmienda; conocer, conocerse; conocer la propia culpa es el principio de mejorarse; conocer lapropia ignorancia es el principio de de aprender; conocer la propia dolencia es el principio del curarse y del sanar; conocer lo spripios merecimientos, las pripias virtudes y cualidades es el principio del estimarse, del reconciliarse con la íntima conciencia y del afirmarse ante las gentes como personalidad o como raza.
“El vínculo eterno que nos une con los pueblos de raza hispana es la lengua, la lengua que persiste intangible y augusta, marcando con invisibles trozos de luz las fronteras intelectuales, la geografía del espíritu sobre la movediza marea de los rebaños humanos.
Así, más que la antigua Grecia, más que la balsática osamenta de su smontes, más que el polvo augusto de sus ruinas, vivirán los divinos versos de Homero, porque en la lengua y en los monumentos de la lengua se ternizan más que en los bronces las razas.
Y el lenguaje, como todo grande y viviente organismo, tiene sus leyes, que no vale vulnerar; así, para los millones de americanos que hablan el nuestro, la disyuntiva es terminante; no cabe sino hablarlo bien, o hablarlo mal, conservarlo acrisolado y puro, o desnaturalizarlo disolverlo en babilónica jerga latino-mestiza. Y como con esto último no se avendría ningún hombre culto, claro es que todo americano que se estime aspirará a poseer castizamente el castellano significa beberlo en sus fuentes, que son las de nuestra propia nacionalidad moral y filológica: el Romancero, la Mística, el Teatro, significa profesar un solo evangelioliterario y aprenderlo en una misma Biblia: el Quijote.”
“La leyenda no fue para nosotros vana ficción mitológica; el ideal no fue para nosotros poética mentira alentadora; la leyenda, nosotros la hemos vivido; el ideal; nosotros lo hemos realizado. Nuestra historia entera es poesía en acción e ideal encarnado; porque ¿qué otra cosa fue la epopeya colosal del descubrimiento y de la conquista de América...?
Deber de gobernantes y educadores es el comunicar alas masas ese impulso vivificador, porque las masas que, inertes, se vician y corrompen, movidas por fuerzas de lo alto, adquieren virtudes milagrosas, como las aguas de la piscina bíblica cuando las agitaba el ángel. Deber es agitar esas aguas dormidas, y no desaprovechar ocasión de azotar sobre ellas vientos de progreso, de intelectualidad y de cultura.
Y ya lo veis; aun antes de que fuésemos, América ha venido a nosotros, y con la voz inspiradísima de uno de sus más preclaros hijos, don Belisario Roldán, nos ha enviado su embajada de amor, convidándonos con filiarl ternura a la grande fiesta de sus bodas con la libertad. Aun resuenanlos ecos de aquella elocuencia magnífica en esta que él llamó Basílica de la intelectualidad; aun conmueve sus muros el estallido de entusiasmo con el que el alma española recibió en el verbo encendido de Roldán el verbo de amor de la tierra americana. "
Al oírle hablar del Cid y Don Quijote como de símbolos y de glorias propias, ¿quién de vosotros no se estremeció de orgullo al ver cómo la estrella de nuestros ideales sigue alumbrando con redentora luz los horizontes del alma americana...?
Doña Blanca de los Ríos fue interrumpiendo multitud de veces por las ovaciones que, electrizado, le tributaba el auditorio.
Y al terminar su disertación, los aplausos duraron largo rato, y la eminente conferenciante recibió plácemes y felicitaciones sin cuento.

mardi 2 février 2010

El adulterio (quien ríe el último, ríe mejor)

La versión en cine de la novela dialogada de Galdós pone de relieve el tema del adulterio como fuente del dilema que anima a cada ser humano en su vida: la elección entre el amor y el honor, cuya encrucijada fácil y perversa es el adulterio. Así, el que encarna la idea de honor en la pelicula , de manera casi caballeresca, es Don Rodrigo, el abuelo. Se opone moralmente a la condesa que encarna la pasion y el amor incontrolado, tortuoso e infiel.
La escena de la "entrevista" es por eso interesante porque vehicula muchos mensajes filosóficos o mejor dicho morales. En la entrevista, el abuelo es quien considera que los tres valores principales en la vida son el amor, la gratitud y el respeto, no puede comprender que su nuera haga mantenido relaciones amorosas ilicitas. Le reprocha a la contesa su comportamiento frivol y le acusa haber matado a su hijo.
Al parecer, podemos considerar que es una reacción normal porque cometer adulterio en la religión católica y en el pensamiento tradicional es un acto escandaloso y condenable.
Sin embargo, la condesa Lucrecia quien es una mujer con buena educacion va a hacer un alegato en favor de las mujeres y del amor interrogando los valores del honor y del matrimonio.
Asi se explica que su marido fuera depresivo y que su falta de curiosidad no le satisfacia. Entonces se enamoró de un pintor y se culpabilizó mucho. Esperó tortuada durante semanas y semanas pero resultó que preferió divorciar y ser feliz mas bien que continuar casada y desdichada. Afirma que fue una elección dificil pero preferió ser franca y culpable mas bien que ser falsa y admirada, poniendo de esta forma de relieve su ánimo y su franqueza.
Lo gracioso y al tiempo curioso es que en la pelicula el abuelo admite que "el amor es una catastrofe", pues él sabe con experiencia, que cuando te enamoras no puedes hacer nada contra ese sentimiento. Conoce la trampa del amor pero considera que sólo los debiles se engañan.
Lo triste en esta historia es que quiere saber en el nombre del honor quien de sus dos nietas es la verdadera nieta, la que tiene la sangre pura, noble, alta.
Lo que es paradoxal en la pelicula y en el discurso del abuelo es la escena en el monasterio. En efecto, el abuelo encarcelado contra su voluntad desafía a todos los monjes para salir, huir y ser libre. Al final si reflexionamos un poco, el monastario podría representar de manera metafórica el matrimonio desdicho pero "sano" y el la mujer que quiere su libertad. Asi su actitud violenta es la misma que la de la condesa casada.
Pues el abuelo condena el adulterio mientras que es un revolucionario en el alma. Además, el hecho de que se equivocó elegiendo Dolly en vez de Nelly como su nieta propia muestra que tiene una idea errónea del honor, justamente el tema que queda abierto al final, porque es una novela abierta.
Marine Durand. Université de Nantes.

Antipragmatismo


Ayer he encontrado a un amigo con quien suelo departir de cuando en cuando sobre asuntos de filosofía y de estética.
-Sabe usted- me ha dicho, que soy un lector de sus comentarios lejanos a los sucesos de actualidad; pero su último artículo me ha contrariado un poco.
-Celebro la sinceridad con que usted me habla; le ruego que aclare sus palabras.
-Usted, para juzgar un asunto del día, un tópico de la actualidad española, se ha colocado, al parecer, en unaposición francamente pragmatista. El punto de vista de usted...
-Permítame un momento; yo mismo precisaré mi posición. Voy a hablar en términos generales, inactuales; yo soy de parecer que una obra, en determinados momentos, cuando se agrupan en torno de ella determinadas circunstancias, no debe ser juzgada por lo que es en sí, por su valor literario o artístico, que puede ser escaso o nulo, sino por lo que representa, por la trascendencia social que acaso pueda tener.
-Perfectamente; comprendo con toda claridad su punto de vista. Pero el mio es totalmente distinto. Ya sabe usted que toda filosofía es una confesión personal (es la frase de Niestsche) un temperamento. O sea que en la filosofía de una persona influye su idiosincrasia, su educación primaria, sus gustos, hacia sus modalidades y resabios fisiológicos. Yo soy un lector apasionado de la Razón pura, de Kant, y el antiguo Nuevo régimen, de don Francisco Pi y Margall (un periódico excepcional, un periódico en que siempre se decía la verdad) tenía en mí su más entusiasta suscriptor.
-También yo profeso un fervoroso culto a aquel hombre; me unía a él un sincerísimo afcto y fui aparte de esto, un amigo político suyo.
-Seguiré con mi tema. Expuesto el punto de vista del pragmatismo tal como usted lo ha expuesto, en lo que comenzamos a disentir es en la apreciación del momento y de la cosa en que se debe ser pragmatista. Más claramente: supuesta una obra que usted juzga que provisionalmente debemos celebrar, no por su valor intrínseco, sino pro su representación, yo me permito argüir que la determinación de si debemos o no exaltar esa obra es ya todo un problema. O, lo que es lo mismo, que, llevados del generoso impulso pragmatista, podemos equivocarnos, y podemos hacer, con nuestra exaltación y con nuestras hipérboles, un daño que no pensábamos, y que es lo que precisamente tratábamos de evitar.
-Comprendo su observación. Usted cree que, en ocasiones, el sacrificio que se hace dela verdad puede no compensar el beneficio que se obtenga sacrificándola.
-Ni más ni menos. Puede ocurrir que el talbeneficio sea escaso y puede ocurrir también que sea totalmente nulo. Repare usted que el sacrificio de la verdad es un acto, en todo momento, de gran trascendencia. Se corre el peligro de generalizar el hecho, de hacerlo sistemático, y entonces, ¿no puede se eso fuente y venero de grandes daños para la vida social de un pueblo,para la educación de las multitudes? La Prensa es el representante de la opinión; pero si en la Prensa se sistematiza la hipérbole y el ditirambo; si a un hecho se le saca de sus debidas y exactas proporciones para darle aires de cosa estupensa y extraordinaria, ¿qué puede ocurrir a la larga?
-Lo primero que puede ocurrir es el desprestigio de la misma Prensa.
-Y puede ocurrir también –y ya va ocurriendo esto en España- que al lado de la Prensa y a pesar de ella, se forma otra opinión distinta que sea la verdadera y que no guarde relación ninguna con lo que en los periódicos se expresa. Así es la corriente entre nosotros el caso de una obra de teatro o de un discurso que son ponderados extraordinariamente, colosalmente, en los periódicos,y que luego en las conversaciones particulares apreciamos de distinto modo.
-Entonces, ¿según usted...?
-Según mi manera de ver las cosas, puramente intelectualista, para mi no hay nada superior a la verdad; para mila verdad tiene un valor educativo que no tiene nada. Yo me desentiendo de todas las circunstancias pragmáticas que usted alega; en presencia de un orador o de un poeta que sean vulgares, yo diré sencillamente, dentro siempre de la cortesía y de los respetos humanos, que son vulgares. El sistema de usted encierra graves peligros, según mimodesto juicio; puede dar lugar a creación, más o menos durable, de valores falsos y a la formación en la masa, en la multitud, de un estado de espíritu que en vez de confromarse y almoldarse a la realidad –base de toda educación eficaz- vaya perdiéndose en ilusiones falaces,en desvaríos y en quimeras. Las cosas pequeñas son las que hacen las grandes; de detalles pequeñitos se forla la vida diaria de un pueblo. Y yo creo que el primer deber de un formador de opinión es ajustarse siempre ala realidad, por dolorosa y cruel que sea, e ir llevando así las conciencias por un cauce de verdad y de rectitud.
-Pero, permítame usted...
-No, no me diga usted nada; va usted a volver a su decantado pragmatismo.
-Renuncio a hablar. No podríamos entendernos.
-Decididamente; no podríamos entendernos.
Azorín. ABC, 2 de febrero, 1910.