Los mejores textos de los estudiantes de la Université de Nantes, aquí en "Galdós vive"

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Estudiantes InfoCom de la Université de Nantes y periodistas envían sus comentarios sobre El abuelo

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Un texto de Galdós llevado a la gran pantalla

lundi 25 janvier 2010

Opiniones, ABC, 26 enero, 1910, Azorín


Dos amigos platican sosegadamente sobre asuntos de política, o, mejor, de psicología de la política. Dice el uno: -Desengáñese usted, querido amigo; hoy, poc más o menos, se puede hacer cuanto se hacía hace quince años. Un político, un partido político, un bando político, podrá hoy usar de las mismas artes, de los mismos manejos, de las mismas prácticas que hace un lustro, o dos, o tres se empleaban, y que ahora, a unos pocos, nos parecen insólitos. Las sociedades caminan muy lentamente. Abramos la Historia; si examinamos la contextura, la biología, las costumbres del siglo XVII, por ejemplo, veremos que, por encima de los trajes, de los usos sociales, de la csa, de los muebles, de los artefactos auxiliadores de la vida –maquinismo- por encima de todo lo externo, de las apariencias, en suma, solo en una parte pequeñísima, diminuta, nos diferenciamos de aquellos antecesores nuestros.
Son las nuestras las mismas pasiones, las mismas ansias, los mismos deseos, las misas concupiscencias. Los que vivimos en los libros, los artistas literarios y especuladores intelectuales de todo género, estamos sujetos a una ilusión fundamental, a un error nacido de nuestra propia vida mental; cremos que nosotros, nuestro espíritu. Ahora, si consideramos lo poco que nos separa de una sociedad de hace dos otres siglos, deduzcamos lo poquísimo, lo imperceptible, qie habremos adelantado con relación a un momento social de hace diez o quince años. Es una cosa triste, pero innegable, que hay prácticas y manejos políticos que al cabo de un lapso de tiempo de saneamiento social creíamos abolidos, son y pueden ser resucitados impunemente.
-Permítame usted- ha replicado el otro amigo; -convengo en todo lo que usted me va diciendo. Pero el mismo ehecho de que nosotros, y con nosotros otras personas, otros ciudadanos, encuentren reprobables, condenables, esas prácticas, ¿no es un síntoma evidente de que hemos adelantado algo? Un nuevo estado social se inicia siempre en una minoría, en un núcleo de innovadores y de reformadores. No entiendo aquí la “reforma”, la “innovación”, como algo activo; me basta con que sea un estado de conciencia tan solo, un estado pasivo, de reflexión. Los que condenen y anatematicen en un país una política anticuada pueden ser quinientos, mil, dos mil ciudadanos; pero en torno de ellos, gracias a la irradiación lenta y silenciosa de estas conciencias, va formando un ambiente, un estado nuevo, que poco a pocos se va enganchando, agrandando. Por eso el jefe de un partido político de saneamiento debe tener consciencia de lo enorme y dificultoso de la labor y debe no desmayar ni flaquear al ver cómo, al igual de un dique ante una avalancha irresistible, parte, gran parte de su obra, es arrasada por la corriente. Un estadista en tales condiciones, que se imponga tal obra, no puede ser sino un espíritu alto y sereno, un gran patriota, un abnegado, un hombre de fe y de esperanza, que mire, no al momento presente, sino a la continuación del todo patria y de la raza. Si un hombre así trabaja como veinte y de su obra no queda más que como ocho, ¿no podrá darse por satisfecho, no habrá hecho por su país algo meritísimo y grande?
-Perfectamente, estoy de acuerdo con lo que usted expone- ha vuelto a decir el primer interlocutor- Ahora, y según esto, a mi parecer, lo importante es hacer que de la obra realizada, que de la obra que se realiza, quede lo más posible. O mejor y más exactamente, uno de sus principales cuidados debe ser el que del total de la innovación pueda ser realizado, pueda llegar a la realidad, lo más posible.
-Tocamos con eso a uno de los problemas más arduos de la política: el de resistir o transigir. Yo creo que en materia tan compleja, contradictoria y ondulante como la de la realidad social viva no se puede dar por adelantado una norma fija rígida, inmutable. Una norma fija en política es tan absurda como una norma fija en moral; ya sabe usted que ante el canon kantiano; ante la norma racionalista, se alza siempre la realidad con sus mil circunstancias, que imponen un cambio,una modificación, una atenuación...que el moralista, el kantiano rígido, no podía prever. En política habrá que usar de uno u otro procedimiento (inexorabilidad, condescendencia) según los caosos. Pero lo que es indudable es que en las sociedades modernas, actuales, hay un elemento poderosísimo, formidable, que no existía en las sociedades políticas de hace dos siglos. Este elemento es la opinión pública. Y con el elemento opinión pública se ha creado por los gobernantes un arma de gobierno, un recurso, también formidable, que desconocían los antiguos: el recurso sugestión. La sugestión es hoy totalmente indispensable a los gobernantes. La opinión pública la constituyen una amalgama indefinible de pensamientos, voluntades, sentimientos e impresiones fugitivas y deleznables. No basta que el gobernante realice una labor honda, beneficiosa y eficaz; es preciso que esa amalgama enorme de ciudadanos lo sepa, tenga noticia de ella; es preciso, imprescindible, imponerse por sugestión, ideológicamente, a ese complejo de ciudadanos, tenerlos suspensos de lo que se hace, crear a su alrededor y sobre ellos una atmósfera artificial, de alucinación –en el buen sentido- algo a manera de escenografía, de teatro.
-Pero ese arma puede ser fatal, de alcance tremendamente deplorable, si la usa un partido antipatriota, un gobernante malo.
-Ante ello, ¿qué vamos a hacer’ Pero puede ser, será realmente, de un beneficio incalculable para un estadista abnegado ypatriota. La mitad de la realidad social, la mitad de la vida tanto social como individual, es ilusión, es sugestión. ¿Cómo podrá un gobernante prescindir de este hecho innegable? He dicho que la mitad de la vida es sugestión. Pero el arte, ¿no lo es acaso también? Enlas mismas religiones, ¿no juega la sugestión; noblemente, un importantísimo papel? ¿Con qué lógica prescindiremos de ella en la política, es decir, en el terreno donde es más necesaria, en el movedizo terreno de las emociones e ideas vivas actuantes de la multitud. Azorín.

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