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Estudiantes InfoCom de la Université de Nantes y periodistas envían sus comentarios sobre El abuelo

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Un texto de Galdós llevado a la gran pantalla

mardi 2 février 2010

Antipragmatismo


Ayer he encontrado a un amigo con quien suelo departir de cuando en cuando sobre asuntos de filosofía y de estética.
-Sabe usted- me ha dicho, que soy un lector de sus comentarios lejanos a los sucesos de actualidad; pero su último artículo me ha contrariado un poco.
-Celebro la sinceridad con que usted me habla; le ruego que aclare sus palabras.
-Usted, para juzgar un asunto del día, un tópico de la actualidad española, se ha colocado, al parecer, en unaposición francamente pragmatista. El punto de vista de usted...
-Permítame un momento; yo mismo precisaré mi posición. Voy a hablar en términos generales, inactuales; yo soy de parecer que una obra, en determinados momentos, cuando se agrupan en torno de ella determinadas circunstancias, no debe ser juzgada por lo que es en sí, por su valor literario o artístico, que puede ser escaso o nulo, sino por lo que representa, por la trascendencia social que acaso pueda tener.
-Perfectamente; comprendo con toda claridad su punto de vista. Pero el mio es totalmente distinto. Ya sabe usted que toda filosofía es una confesión personal (es la frase de Niestsche) un temperamento. O sea que en la filosofía de una persona influye su idiosincrasia, su educación primaria, sus gustos, hacia sus modalidades y resabios fisiológicos. Yo soy un lector apasionado de la Razón pura, de Kant, y el antiguo Nuevo régimen, de don Francisco Pi y Margall (un periódico excepcional, un periódico en que siempre se decía la verdad) tenía en mí su más entusiasta suscriptor.
-También yo profeso un fervoroso culto a aquel hombre; me unía a él un sincerísimo afcto y fui aparte de esto, un amigo político suyo.
-Seguiré con mi tema. Expuesto el punto de vista del pragmatismo tal como usted lo ha expuesto, en lo que comenzamos a disentir es en la apreciación del momento y de la cosa en que se debe ser pragmatista. Más claramente: supuesta una obra que usted juzga que provisionalmente debemos celebrar, no por su valor intrínseco, sino pro su representación, yo me permito argüir que la determinación de si debemos o no exaltar esa obra es ya todo un problema. O, lo que es lo mismo, que, llevados del generoso impulso pragmatista, podemos equivocarnos, y podemos hacer, con nuestra exaltación y con nuestras hipérboles, un daño que no pensábamos, y que es lo que precisamente tratábamos de evitar.
-Comprendo su observación. Usted cree que, en ocasiones, el sacrificio que se hace dela verdad puede no compensar el beneficio que se obtenga sacrificándola.
-Ni más ni menos. Puede ocurrir que el talbeneficio sea escaso y puede ocurrir también que sea totalmente nulo. Repare usted que el sacrificio de la verdad es un acto, en todo momento, de gran trascendencia. Se corre el peligro de generalizar el hecho, de hacerlo sistemático, y entonces, ¿no puede se eso fuente y venero de grandes daños para la vida social de un pueblo,para la educación de las multitudes? La Prensa es el representante de la opinión; pero si en la Prensa se sistematiza la hipérbole y el ditirambo; si a un hecho se le saca de sus debidas y exactas proporciones para darle aires de cosa estupensa y extraordinaria, ¿qué puede ocurrir a la larga?
-Lo primero que puede ocurrir es el desprestigio de la misma Prensa.
-Y puede ocurrir también –y ya va ocurriendo esto en España- que al lado de la Prensa y a pesar de ella, se forma otra opinión distinta que sea la verdadera y que no guarde relación ninguna con lo que en los periódicos se expresa. Así es la corriente entre nosotros el caso de una obra de teatro o de un discurso que son ponderados extraordinariamente, colosalmente, en los periódicos,y que luego en las conversaciones particulares apreciamos de distinto modo.
-Entonces, ¿según usted...?
-Según mi manera de ver las cosas, puramente intelectualista, para mi no hay nada superior a la verdad; para mila verdad tiene un valor educativo que no tiene nada. Yo me desentiendo de todas las circunstancias pragmáticas que usted alega; en presencia de un orador o de un poeta que sean vulgares, yo diré sencillamente, dentro siempre de la cortesía y de los respetos humanos, que son vulgares. El sistema de usted encierra graves peligros, según mimodesto juicio; puede dar lugar a creación, más o menos durable, de valores falsos y a la formación en la masa, en la multitud, de un estado de espíritu que en vez de confromarse y almoldarse a la realidad –base de toda educación eficaz- vaya perdiéndose en ilusiones falaces,en desvaríos y en quimeras. Las cosas pequeñas son las que hacen las grandes; de detalles pequeñitos se forla la vida diaria de un pueblo. Y yo creo que el primer deber de un formador de opinión es ajustarse siempre ala realidad, por dolorosa y cruel que sea, e ir llevando así las conciencias por un cauce de verdad y de rectitud.
-Pero, permítame usted...
-No, no me diga usted nada; va usted a volver a su decantado pragmatismo.
-Renuncio a hablar. No podríamos entendernos.
-Decididamente; no podríamos entendernos.
Azorín. ABC, 2 de febrero, 1910.

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